lunes, 2 de enero de 2012

¿Quién se muere por estas fechas?

“Feliz 2012, fue lo que a penas pude decir en el brindis de año nuevo cuando se me pidió dirigiera unas palabras a la respetable concurrencia familiar y no es que no tuviera más deseos que expresar para este nuevo año, más bien, la oratoria nunca ha sido mi fuerte y estos son los momentos ideales para reconocerlo y que lo reconozcan los demás.

Un día antes del mencionado festejo, me dispuse al ya cotidiano ejercicio del goce por la hiperexhibición asociado a la complicidad del vouyerismo que tuvo a bien heredarnos el facebook y descubrí un infortunado evento que me hizo caer en reflexión.

Una de mis “contactos” -nueva forma de referirse a los amigos virtuales- publicaba: “Qué triste noticia enterarse que alguien murió, y más si es un familiar tuyo…. Q.E.P.D”. Movida por el morbo para ver quien era la difunta, me dirigí a dar “clic” en su nombre marcado con azul, en la pantalla de mi computadora, desde donde se desplegó una fotografía de una mujer muy joven, sonriente, paradójicamente llena de vida, pero muerta al momento de que la veía en su muro de publicaciones. Amigos y familiares se despedían de ella, entre la incredulidad y el dolor; su último “post” y su imagen me hizo pensar que su muerte pudo haber sido producto de algún accidente. Mi imaginario al fin y al cabo.

Al tiempo que veía sus publicaciones, sus fotos, pensaba: ¿Quién se muere en estas fechas? ¿Y qué deja en los demás la muerte de uno? ¿El festejo para los que les “sobreviven” es igual de aquí en adelante? También, me cuestionaba: ¿Por qué es que no incluimos en nuestros discursos -que parecieran estar previamente ensayados, pero que nos esforzamos hasta el último momento porque parezcan espontáneos- a la muerte? ¿Por qué no decimos algo así como: “Estimadas y estimados, deseo de todo corazón seguir viviendo, que ninguno de ustedes muera este año, que el siguiente podamos estar compartiendo si no la mesa, sí la vida, con mis mejores deseos hoy y hasta que me dure la vida”?

Ya entrados en el nuevo año. Otro “post” en el caralibro y el mensaje de una amiga me da la noticia de otra muerte. Esta vez se trata de una colega con la cual nunca logré empatar ideas y la divergencia entre nuestras posturas cobraban una diferencia abismal y totalmente opuesta, situación que no disminuyó la sorpresa que me causó saber que ya no iba a ser ella con la que divergiera. ¿Quién quedará en su lugar? -Pensé.

Al mismo tiempo que me preguntaba, lo que será de mí el día que muera. ¿A quiénes les significaré un remplazo nada más? Porque a final de cuentas y muy a pesar de nuestro narcisismo, terminamos siendo, incluso para aquellos que nos aman, un recuerdo.

Tenemos la flagrante osadía de vivir como si fuéramos inmortales. Hacemos planes a largo plazo, decretamos amor, felicidad, salud, trabajo y aparentemente el dinero va en último plano, ponerlo al inicio atenta contra nuestra alta formación espiritual, exacerbada por cierto, en estas épocas del año.

Pensar de manera compulsiva en la muerte como un cotidiano nos lleva a estados alterados de conciencia. Situación que sucede cuando se viven actos de violencia, como los que vemos en este país desde hace tiempo. Tener la osadía de pensarnos lejos de la muerte es una manera de protección y sanidad mental, sin embargo, pese al resguardo de nuestro aparato psíquico, no está por de más reparar en la fragilidad de nuestra presencia en este mundo, por lo pronto y de acuerdo a Wikipedia, en el colectivo y en el espacio público México lleva anotado más de 50 mil muertes y contando.

Como paciente en diván llegaremos a un punto en el que irremediablemente vamos a tener que hablar de eso, de lo que nos ha significado tanta mortandad. Hablar de superarla es ser demasiado optimista y si hablamos es para tratar de entenderla y elaborarla. Igual, en un día de esos que escasean corremos con suerte y logramos incorporarla.

Morirse en estas fechas tiene, en sí, algo de osadía y hasta de poético, incluso romántico, después de todo, la época da para que tu recuerdo no se diluya en el tiempo.

Nos vemos la próxima sesión