miércoles, 8 de junio de 2011

El acto escénico de la renuncia

Por Emma González

Una de las ventajas de las llamadas redes sociales a las cuales prefiero llamar “virtuales”, es la oportunidad que se tiene de poderse enterar en tiempo real de los acontecimientos una vez abras el “ordenador”; así fue como me enteré de una agradable noticia cuando vi en el muro del facebook la alegría inmensa de dos amigos muy queridos que nos presentaban a su hijo de cuatro meses de edad; en referencia a la foto su madre escribía: “Aún permanece en el albergue institucional de donde nos lo darán en adopción. Ya se instaló en nuestros corazones. Pronto un juez dará la sentencia para que podamos traerlo mucho tiempo en nuestros brazos y mucho tiempo también en los suyos. Besos

Con esta frase mi adorada amiga me antojaba ya la ilusión de tener a Tristán entre mis brazos también.

A la vez que veía a mis amigos tan contentos y que yo me alegraba también por ellos pensaba en la maravilla que significa la adopción; proceso legal para una resolución de conflictos de forma satisfactoria; lo definiría.

Pensaba en las mujeres y sus decisiones para renunciar a la posibilidad de ejercer la maternidad, y vaya que hay que ser valientes para poder tomar una decisión así, aunque se piense lo contrario; las razones por las cuales se decida dar un pequeño en adopción seguramente son miles, así como los adjetivos y vilipendios que se les imputa a quienes deciden hacerlo; decisión que generalmente recae en las mujeres.

Renunciar también es un acto de amor y seguramente muchos dirán ¿Entonces para qué se embaraza si no lo va a querer? ¿Cómo puede desprenderse de algo que es "suyo"? Cuestionamientos que quedan en duda cuando de entre las muchas carencias de nuestro amado país está una escasa, pobre y mediocre educación sexual a la población, donde las mujeres ven limitada su opción al aborto desde el sistema de justica, de salud y “moral”.

La maternidad ante todo es una opción; un deseo de actuar; se decide amar a otro a través del cuidado, de la protección y formación constantes hacia alguien más que no sea yo solamente; sin embargo muchas veces pareciera entenderse como un mandato cultural que le da valía a la mujer desde su constitución de madre; ¡Yo no deseaba ser mamá! Son de las confesiones más desgarradoras, que en número considerable se hacen las mujeres a ellas mismas en los consultorios, reconocerlo “afuera” significaría la hoguera; de nueva cuenta el silencio, aunque el hecho de que no se hable no significa que no exista.

Otro tema que se pone de manifiesto en los consultorio es el reconocimiento de lo que se ama realmente en el hijo o la hija; para muchos padres y madres los hijos o hijas significan la realización de sus propios deseos, la extensión de ellos y ellas mismas, viendo en la paternidad o maternidad la opción para realizarlos, obligando a los hijos e hijas a vivir bajo yugos de mandatos dictados desde deseos inconscientes de control que ponen de manifiesto en la vida de los hijos e hijas, anulando los deseos propios de éstos para decidir por ellos y ellas mismas; amándolos a condición desde el más puro sentido de pertenencia; te amo por lo que me representas no por lo que eres; entonces : ¿Amamos con mayor intensidad a partir de lo que nos pertenece?

Existen mujeres que "sufren" literalmente pensando que no pueden ser madres, sin contemplar a la adopción como una forma genuina de serlo también.

En el amar va implícito un acto de renuncia a las posibilidades dictadas como “normales”, renunciar a estereotipos y esquemas impuestos por los otros y por nosotros mismos, en el acto de amar va implícito la renuncia al egoísmo no como sacrificio a los propios deseos, de ser así se convierte en alienación; si no a la capacidad elaborada –entiéndase hablada- de renuncia al ver en el otro la mera satisfacción de mis deseos.